Ningún empresario te lo dice en letra de molde, suavecito, o te lo suelta por las claras. Lo más franco que hacen es titubear ante el hecho, aparentemente paradójico, de que Ciego de Ávila sea la provincia de mayor red de minindustrias del país y hasta el momento muchas de ellas no hayan querido ser mipymes. Todos están prefiriendo mantener el orden de las cosas.

Ese “orden de las cosas” permanece invariable desde hace una década, cuando empezaron a gestarse esas minindustrias y se fueron quedando sin el prefijo a medida que crecían. De mini hoy solo tienen el nombre y la costumbre. Y parte de la costumbre es también pertenecer a la Agroindustrial Ceballos, una megaindustria modernísima que monopoliza hoy las exportaciones agrícolas de la provincia avileña. E incluso atrae a “foráneos” porque hasta el habanero Centro Nacional para la Producción de Animales de Laboratorio (Cenpalab), comercializa por Ceballos sus vainas y hojas de moringa.

Dando y ¿dando?

Los inicios de la relación de dependencia y gratitud comenzaron mucho antes de que el reordenamiento le pusiera los pelos de punta a económicos como Orisel Mendoza Peña. Orisel trabaja en La Julia, una de las 16 minindustrias que bajo la tutela de Ceballos procesan frutas y vegetales.

“La Empresa nos asegura las materias primas y nosotros les vendemos las producciones, luego ella las exporta o vende online y nos retorna el 80 por ciento de ese valor en MLC con un respaldo en coeficiente de liquidez (CL), que significa disponibilidad de divisas y nos permite importar, a través de ella, o acceder a materias primas que se venden en esa moneda. Cuando compra insumos en dólares, por ejemplo, nos lo descuenta de ese valor”, resume.

Aunque no lo aclara Orisel, a la cuenta de La Julia va el 80 por ciento porque el 20, automáticamente, ingresa al Estado. Luego Ceballos descuenta un 3,6 por ciento de margen comercial que incluye los costos de operación”, declara Domingo Escalante Pérez, director de Comercio Exterior en esa entidad, una de las 37 autorizadas en el país para viabilizar las ventas e importaciones de formas productivas estatales y no estatales.

Hasta noviembre la entidad avileña le había exportado a 12 formas de gestión no estatal en la provincia y había sumado otras 10 en sus ventas online. Algunas coinciden en ambas modalidades y en la lista aparecen desde la minindustria La Julia, hasta usufructuarios que el año pasado exportaron aguacate, por ejemplo.

¿Por qué entonces una minindustria querría despegarse de Ceballos y emprender su camino en solitario sin la fuente segura que le garantice todas sus materias primas y le comercialice en moneda nacional o en MLC todas sus producciones?

O mejor: ¿por qué querrían ser una mipymes y pagar 35 por ciento de impuesto sobre las utilidades, cuando la carga impositiva vía Ceballos es menor?

La propia Alba Elizabeth González Rodríguez, Directora General de la entidad reconocía a Invasor que en la conformación de los precios se incluye el impuesto a las minindustrias, que de un cinco, pasó a un 10 por ciento.

La Julia: su relación con la Agroindustrial Ceballos es hoy de mutuo beneficio.

Si a eso se le suma que desde la CCS José Martí, a donde se inscriben varios dueños de esas minindustrias acopladas a “Ceballos, apenas se cobra un 1,5 porciento de las ventas que fluyen por allí, y que a la ONAT se le tributa un 5 por ciento… ¿Por qué desecharían esa ventaja?

La vía CCS-Ceballos-exportación y comercialización luce, a simple cálculo, más competitiva.

Sin embargo, Leonel Duarte Pla, quien recientemente se ha “despegado” un poquito de Ceballos, aun cuando se mantenga exportando carbón e intentando importar pienso para sus cerdos, ofrece una visión interesante de por qué otros no querrían seguir su ejemplo.

“Yo estoy comenzando ahora, estoy construyendo, necesito fondos, me conviene una inversión extranjera o crédito en la moneda que sea, y vengo de un proyecto que puedo pagar un poco menos de impuesto, ¿pero el resto? Todas las minindustrias de la provincia llevan años de creadas, ya tiene su moderna tecnología, Ceballos les vendió hasta materiales de construcción a precios estatales para levantar sus naves, les garantiza materia prima, les exporta… los dueños de esas minindustrias tienen altos ingresos y un nivel de vida que les permite cierta estabilidad… ¿por qué querrían despegarse para pagar mayores impuestos? Esto de las mipymes es, sobre todo, una oportunidad para los que estamos empezando, pero todas esas minindustrias ya son mega negocios”, advierte.

Nunca fue tan caro “botar la lata”

La carencia de personalidad jurídica o el hecho de limitarse a una sola fuente de acceso a insumos y de relación contractual es un cortapisas que pesa a favor de la conversión a mipymes. No obstante, en ese sentido las cosas también han ido cambiando y en La Julia vuelven a corroborarlo.

Ya las CCS y otras formas productivas tienen potestad para adquirir, por ejemplo, envases por otras vías. No tienen que depender solo de lo que la Agroindustrial garantiza. Que muy poco puede; de hecho, pues ya en febrero Donis García, su Director Contable y Financiero, hablaba de 289 000 latas asignadas, de una demanda de 11 millones.

Sus palabras fueron tajantes: “Si la tengo que importar (o aportar la divisa), los precios están entre 1.17 y 1.40, al multiplicarlo por 24 la lata más barata sale en 28.00 pesos. Cuando eso llega al pueblo, después de ponerle dentro la mermelada o lo que sea (que también tiene sus costos) la cuenta no da, porque la lata no se come, y el consumidor estaría botando 28.00 pesos”.

Ante esa realidad, y el estrago que acentuó la COVID, unos guardaron sus producciones en grandes bolsas asépticas a la espera de envases, otros fueron a buscarlos por otras vías, sin resultados felices porque el déficit es generalizado en todo el país, y otros implementaron sus propias alternativas. No solo se trató de alternativas estatales de la industria.

Yoanki Pino Medina, al frente de La Julia, hizo su propia sopladora de pomos. Fijándose por otras: así de sencillo para él… y de difícil para la industria Sidero Mecánica, pues las existentes en otros negocios o mipymes son importadas.

A base de ingenio y con pre- formas que adquieren en Santa Clara, confeccionan sus pomos. En 24 horas la máquina puede fabricar 12 mil.

De esa manera sorteaba los obstáculos y abarataba sus costos; algo decisivo en el mostrador, pues a inicios de año los productos de las minindustrias, asociadas a bases productivas, pero con estrechas relaciones con Ceballos, ya se habían cuadriplicado. Las barras de guayaba, por ejemplo, fueron de 8.00 pesos a 33.00, y los jugos en botella, de 5.00 a 22.00. El azúcar había pasado de 0.16 centavos a 8.50 el kilogramo y un litro de vinagre para mojito de 0.70 a 16.10. Los nuevos precios de las materias primas alteraron el orden “pre-establecido” y, en consecuencia, el precio final del producto.

En la Julia, aun cuando tienen la ventaja de que soplan sus propios pomos plásticos, deben pagar cada etiqueta a 9.00 pesos. Estar “encadenados” a esos precios, los obliga a desencadenar en otros.

Ello no parece ser lo único alterado o “desordenado”. En el entramado empresarial cubano resulta muy difícil ubicar a las 16 minindustrias avileñas:porque no son empresas estatales, ni son tampoco privadas con personalidad jurídica que les permita total independencia, y menos, cooperativas.

Caen en el saco de las formas de gestión no estatal sin que ahora mismo importe mucho encasillarlas. Y eso puede tener tanto costo, como beneficio.